Una tuerca especial en la cabeza

Del por qué la literatura es “más difícil” de digerir que otras delicias.

Jorge Mencos
3 min readJan 24, 2021
№13 (White, Red on Yellow) | 1958 | Mark Rothko.
No 13 (White, Red on Yellow) | 1958 | Mark Rothko.

«El proceso artístico no queda consumado hasta que los espectadores reciben y animan las obras… », dijo Simón Marchan en 1985, respecto a la Obra de Arte en relación al espectador y todos lo aplaudieron, Duchamp había dicho ya respecto a la pintura que «… los que miran son quienes hacen el cuadro».

Claro que Marchan merecía el aplauso, por ser un catedrático de Estética y Teoría de las Artes, y por reflexionar sobre el impacto de la Obra Artística en el espectador, algo que no sólo atañe a la mente, sino a nuestro cuerpo y en particular a nuestros ojos pero ¿qué ocurre cuando además de ver, no sólo debemos interpretar, sino crear?

Animar una obra literaria pudiera ser un acto más complejo que pararse frente a un Rothko abismal, que con sus colores nos embriaga y con sus dimensiones nos envuelve el cuerpo. Y qué tal entrar al cine para mirar una película en una pantalla IMAX y disfrutar los últimos avances FX a la carta. Es un hecho que mientras más experiencias de tipo corporal hayamos tenido en la vida, mejor podremos animar las sensaciones que en su aparente inercia, nos presentan las líneas escritas de un buen texto.

No es necesario usar unos lentes VR anclados al teléfono móvil, para atestiguar con sorpresa lo que ocurre en un crucero vial de la ciudad de México, y llevarse así a casa, en el cuerpo, un cúmulo de pequeñas y terribles sensaciones nerviosas que no llegan a calmarse hasta tiempo después. Sin embargo y siendo más aventurados, atravesar un bosque o escalar un volcán en un paisaje nevado, puede ser una deliciosa fuente de futuras sensaciones para liberar gracias a la literatura de, Jack London por ejemplo. Haberse sentido rechazado en un pueblo extranjero puede contribuir muchísimo al disfrute de los cuentos de B. Traven, y entrar en un desierto de dunas pudiera enriquecer el famoso cuento del aviador y su extraño visitante proveniente de un planeta pequeñito.

A pesar de esto, no es completamente necesario haber vivido todo para re-crearlo. “Dios nos libre” de haber nacido en “La Matosa” de Melchor, o incluso en el Macondo tan poblado de los Buendía y, sin ser hipocondriaco, también se puede ser filósofo, disertar sobre la libertad y el cosmopolitismo sin haber salido nunca de nuestra ciudad natal.

Pero aún así es necesario tener “una tuerca especial” en la cabeza para, a ojos abiertos, poder ver con claridad algo que no se tiene enfrente. Más aún, para permanecer en ese estado un buen rato e ir por ahí pisando, respirando y viendo lugares que nunca se han explorado y que de otra forma jamás podrían visitarse. Ya dependerá de cada uno de nosotros darle los colores al Rothko, los efectos a la IMAX, mover los ojos de forma chistosa como en el VR, o atravesar la avenida de forma rutinaria para ir a escribir, al café de la esquina en tu ciudad natal. ∎

Over the town | Marc Chagall

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Jorge Mencos

Armo historias y rompecabezas. Me alimento de curiosidades y sardinas.